jueves, 10 de noviembre de 2016

Ya no me representa el miedo, ni la dulce tortura de Horacio, no... no son guerras lo que busco. Nunca sabré lo que es volver a Comala porque nunca existió en mi memoria. He dejado de soltar puñetazos a diestro y siniestro contra el muro de tus desprecios. Hay rendijas de luz en lo que entendías por un cielo cubierto, siempre hay luz en el norte aunque llueva.

Me mentiste al decirme que ya no eras el poeta, no pudiste caer más bajo que al mentir sobre ti mismo. Me perdiste y fue tu culpa, me olvidaste y fue la mía. En el Chelsea hay habitación con nuestro recuerdo, lo hay también en ciudades amuralladas, hay arrepentimientos, en la calle del Laurel, debí follarte en la oficina.

Pero no podemos hacer nada contra las cosas que dejamos atrás, no podemos borrar las huellas del posabrazos del sofa, ni del posamanos de las escaleras del metro, ni limpiar con abrillantador aquel espejo. 

Cortázar descansa con mi carta de despedida. Hay un piso en Montmartre con tu foto entre las páginas de un libro que nunca leerías, hay rastros de nuestra historia, hay piezas pero no hay un marco. No voy a volver a Madriz. No terminaré la Universidad en tus páginas de libros medio escritas, no recuerdo el color de tu cuaderno. 

Todo cambió en el momento que descubrí todo lo que no me decías.

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