sábado, 21 de noviembre de 2015

De las palabras que ya no me dices.

Enamorar, es un proceso delicado y cuidadoso para el que cada uno sigue una determinada estrategia. Pero enamorarse se hace sin sentido, sin premeditación, sin intención ni expectativas. 

A mi me sedujiste con palabras, con poemas, luego con las sonrisas que prolongaban el movimiento de tus labios al recitarlas mientras mirabas mis mejillas, me encandilaste con promesas, con cumplidos, con tus ojos vidriosos a punto de romper el charco que los forma al decir cosas como que “diciembre se calentaba únicamente con la mirada de dos enamorados”, y yo, que de incrédula pasé a creerte, y de libre pase a ser tu prisionera, me enamoré de esas palabras, de tu justicia, de tu “yo no me callo” y de ese compromiso que tienes con el mundo y no te paga. Y claro, me volví indefensa.


El problema de enamorarse es ser vulnerable, es querer sin ojos, es abrazar el aire. El riesgo de la estrategia de quien enamora es que sea capaz de enamorar a su objetivo, de encerrarlo bajo llave, de guardarlo y de olvidarlo, mientras que lo condena a morir de sed de una fuente de atenciones que se va agotando.

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