Hay un video increíble, es ridículamente romántico de la forma más
natural posible.
Lo he visto y me ha salido una sonrisa tonta e inocente, creo que imitaba un poco a la chica de ese film entre Tarantino y James Cameron, algo así como Eliseo Subiela, sabes, ¿no?. Retorcidamente romántico:
Lo he visto y me ha salido una sonrisa tonta e inocente, creo que imitaba un poco a la chica de ese film entre Tarantino y James Cameron, algo así como Eliseo Subiela, sabes, ¿no?. Retorcidamente romántico:
Hay una cama deshecha, un chico con un jersey ceñido que habla con
despreocupación y soltura mientras le explica a la cámara (o al mundo) su punto
de vista divertido sobre una habitación de hotel con vistas a castillos. Y ella, solo dice “nos vamos a casa” con esa voz que solo
se podría expresar en imágenes de centelleos, fuegos artificiales, colores
chillones, dulzura, de una niña enamorada hasta las trancas pero serena y
apaciguada y con la emoción contenida.
Hay un beso (o muchos muy juntitos), un beso tan cotidiano y tan
entero, tan auténtico que inspira entre pasión, conformidad o cariño, un beso
tan normal que casi me hace llorar de alegría, casi he podido sentirme como esa
desconocida, tan feliz y completa que me ha dado envidia. Y él con inmensa dulzura
entre sonrisa y sonrisa le dice al mundo con auténtica resignación que la
quería.
No, esos dos no somos nosotros, no hay rasgos en común entre la chica del video y la que hoy te escribe, no es la misma persona el chico que sonríe a quien ahora escribo. Y sin embargo parece que la realidad fuera la pantalla y el teatro fuera esto que hacemos todos los días.
Te encantaría el video,
si pudieras, si quisieras verlo…
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