Solía pensar que nadie me querría como tú, pero después de dos
semanas follando, descubriendo facetas de mi cuerpo y de mi mente que no
conocía, después de ponerme la ropa y marcharme de tu casa con un adiós de dejar de entenderme, de llevar tu olor toda la tarde en el vientre y más abajo,
después de llamar al amor necesidad y viceversa, de sentirme olvidada,
insignificante, pequeña, creo que cualquiera podría quererme más.
Porque es precisamente por amor por lo que se permite a alguien dejar de sufrir por uno mismo, porque es cuando realmente quieres cuando te abandonas un
poco y dejas a la otra persona seguir con su vida, es la falta de todo esto lo
que nos identifica.
Me bastaba tu piel, lo juro. Pero se torció en el momento en el
que cruzaste el límite y me quisiste rota y hablaste de comer, de cerveza, de películas o de un café y al
final no cumplías nunca tus promesas.
Yo no quise que esto pasara. Lo juro.
Luego me hablas de tener las cosas claras a sabiendas de que
cruzaría charcos por no perderte, de que no compartimos objetivos y esas
mierdas, pero ¿Quién ha acabado confundida? Yo… claro, siempre yo y no quería
verlo. Porque realmente solo tú sabías a ciencia cierta que en mí no ves
futuros, no hay domingos, no hay verbenas, no habrá nunca una casa con estantes
de libros que lleguen al techo, hace tiempo que yo ya estaba fuera. ¿Pero yo?
Yo dejé de saber si te quería a ti, a tus manías, a la guerra que desatas y que
calienta mi invierno, o si quería tu piel, o si no se, o si no quería y eso me
asustaba más que querer.
Ojalá nunca nadie te haga tanto daño como a mi tus no sé.
Y sí, tienes fecha de caducidad, puede que yo también. Por qué
esperar a poner tierra de por medio, por qué volver a escuchar que cuando estés
lejos no pensarás en mi, para qué, nunca he creído que los kilómetros realmente
alejen corazones, el tuyo se fue corriendo hace meses y debe estar bien lejos
de mis miserias tomando cervezas en algún parque pero tú no, tú a 7cm de mi antebrazo.
Ya no sé quien soy, o cómo ni cuándo me perdí por el camino, pero
creo que voy a empezar a descubrirlo porque me merezco ser feliz y porque de
las entrañas hoy me están naciendo fuerzas. Tengo la lejana imagen de una mujer
más guapa, más alegre, más segura de si misma, suele llevar vestidos, se
arregla el pelo y las uñas todas las mañanas y le crecen alas de los pies, es
de esas que nunca miran atrás cuando avanzan, que se cambian de ciudad como de
bolso, que cree en un futuro brillante y aparenta no ser mula de carga de
nadie, es una de esas mujeres que cuando las ves sabes que se comerán el mundo.
Está escondida entre las fotos de hace dos años, si un día la ven,
que alguien le diga que se quede.
Al resto decir que encontré la primera clave: Para ser feliz, lo
primero es querer serlo.
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