lunes, 12 de octubre de 2015

Eran dos mares tan distintos que no pudo funcionar.


Aun me imagino como sería que hubieras cruzado costa a costa para venirme a buscar: me imagino en frente tuya en uno de esos días que me pongo guapa, me calzo los tacones y pretendo salir a bailar. 

Te imagino esperándome en la puerta de casa con el cigarro en la boca y las manos mojadas del sudor, te tiemblan las piernas y sé que te temblaría la voz. Salgo de casa y estás allí y de golpe y de frente me miras: me rompo. No de forma metafórica y romántica sino de una forma más realista, se me desgarra el pecho, me rompo en dos y tengo que inclinarme hacia delante antes de rozar las rodillas en el suelo, imagino mi vestido roto por la aspereza de la calle y mis manos en el rostro para que no me veas las facciones desencajadas. 

Imagino como sería verte de nuevo porque decidieras que yo estoy hecha para ti. Date cuenta: dejo mi mente volar, te imagino volver e imagino que me rompo, no sonrío ni te abrazo, caigo al suelo con la mano en el pecho como si pudiese agarrar el corazón y evitar que los pedazos se deshiciesen como se deshace mi maquillaje por las lágrimas que no brotan con delicadeza sino como un grifo abierto. Sé que gritaría y me imagino gritando como la última vez que te fuiste. En realidad imagino la escena algo similar, porque tú volviendo a por mí después de este tiempo sería como una segunda partida.

Y de esa no me sabría salvar.

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