Me encanta despertarme en casa ajena, en su casa. Preguntarte
entre legañas si me puedo hacer el desayuno y me eches de la cama con un gruñido
cariñoso. Eso es: fuera de la cama.
Me encanta madrugar, soy de las que madruga, de las que le gusta
que el día empiece pronto, pero sobretodo adoro madrugar en su casa, mendigar en
zapatillas por las habitaciones y sentirme un poco intrusa, un poco
espía mientras analizo cada foto haciendo reconocimiento facial de todos los
individuos que las habitan. Ojear libros
y de vez en cuando abrir un cajón y ver que secretos guardan, descubrir por qué
somos tan distintos y por qué lo quiero. Todas las mañanas aquí (casi siempre
de Sábado o de Domingo) tengo la extraña necesidad de saber por qué él es así,
el por qué de sus expresiones, el por qué de sus gestos, el por qué de su forma
de besar. Saber quién lo enseño a pensar, quién le regaló sus valores, quién
habita sus buenos recuerdos.
Soy una persona que suele oler a desayuno, soy amante del café, de
la fruta y las tostadas, del zumo de naranja y todo lo que implica comenzar el
día con buena cara. Lo extraño de hacer tus actividades cotidianas en una
cocina ajena, en un pijama bonito que dejas a propósito para que también te vea
guapa por las mañanas es que todo sabe mejor que al prepararlo en casa. Y una
vez hecho, vuelvo a mi tarea de espía, y ojeo papeles sin importancia y las
típicas cosas sin sentido que guardamos por el solo hecho de no tirarlas.
Objetos con una forma extraña que seguramente fueron parte de aquél aparato que
se rompió, se le calló la pieza pero funciona y aún así lo guardamos “por si
acaso”. Son los tesoros de cada estantería. El ojo se desvía a las plantas y comparas
y te preguntas ¿Por qué esas plantas? ¿Por qué no otras? Porque las cosas más ridículas nos hacen tan
especiales, y cuando un detalle, una foto, un objeto, un recuerdo quizá
compartido contigo aparece de repente, entonces es cuando ya no puedes seguir.
Y vuelves a la cama, y te acurrucas, lo besas y lo dejas dormir. Porque da
igual cuales fueron las razones, ni como se formó semejante criatura, no
importa porque comparte tu cama, comparte tu risa, y es él el que habita tus
mejores recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario